jueves, 14 de octubre de 2010

dos sueños con todo, por favor.

Comencé soñando que despertaba
En esta misma cama gigante, con sus sábanas color uva olor a canela; Pero en el cuarto de mi infancia, ese el del gran arco y los escalones para fumar. 
Alcé mi almohada, cientos de hormigas danzaban por todos lados, yo les cortaba el camino, las hacía perderse, salían tantas, de la almohada, era como un nido que yo misma había estado incubando. 
Primero hormigas pequeñas, luego hormigas gigantes, realmente enormes, como un ratón de campo o una piedra de río con las que se pueden hacer patitos. 
Todas iban hacia mi escritorio, donde estaban miles de abejas muertas, larvas asustadas y un panal desecho, de un amarillo casi irritante. 
Las hormigas gigantes devoraban a las abejas y volaban, se iban a posar hacia esa gran roca que sostenía un juego que he olvidado. ....

Segundo sueño

Soñé con mi graduación, grandes carpas, mucha desorganización, muchos vestidos en bloques de colores, gente que no debería estar, gente que nunca llegó, mi correr por la misma tienda, quería vino, quería un Goya, quería que mi vestido dejara de brillar... luego esa casa... por qué llegué a esa casa? Toda la ropa en el suelo, un taco de chicharrón, la historia de un abuelo y un perro blanco y callado, como mi patio en Enero. 
luego de regreso por la misma tienda, alcohol, un reloj y una junta, yo cantaba para todos, hasta que comenzaron a sonar las trompetas, corrí, corrí, corrí hacia las carpas de nuevo, vi tres elefantes arrastrando el edificio de mi primaria, vi un auto lleno de mis amigos preparatorianos, vi todo el azul desparramado en cuadros rotos, y llegué hasta una habitación donde sólo había espejos, y por fin pude verme. 


Querido lector, Usted dirá ¿y a mi esto qué? Pero esto si necesitaba recordarlo
Usted quizá necesitaba saberlo
O quizás ambos necesitábamos imaginarlo.

domingo, 10 de octubre de 2010

De mis post anterior.

Ojalá algún día pueda dejar de dolerme tu muerte.
Muerte sin romances, sin versos, con vida.




Fin.

Mi historia con Vargas Llosa.

Oh, sí. Mr. Vargas Llosa ganó el Nobel de Literatura 2010... A estas alturas ya todos lo saben, muchos ya hasta lo han olvidado.


Ah, si, Vargas Llosa... Siempre me remite a lo mismo. Sólo he leído 4 libros suyos, pero cada que alguien si quiera lo menciona, me traslado de inmediato allí. (Ahí les va mi historia, que podría parecer cuento, pero al final no tuvo final feliz, entonces fue real)


Yo 15, Él 21.
Nuestra historia, con edades, pareciera falsa, pero el tiempo... era nuestro.
Nos reíamos cuando confundían nuestra relación, sólo fuimos hermanos.


Habíamos tenido una discusión en el café de las hornillas, el café predilecto por su ruido protector, su mesero gigante y sus sillones rojos; Discutíamos sobre el tiempo adecuado para actuar, la verdad de la conciencia y el deber ser... esas discusiones que terminaban en jarrones de azúcar vacíos y servilletas llenas de anotaciones, dibujos y silencios.
Habíamos terminado agotados, tanta charla, tanta cafeína, demasiadas miradas clavadas y un acuerdo en el desacuerdo, ese que tanto nos gustaba, por lo amargo.
Yo me aferraba a sus servilletas.

Necesitábamos aire, sólo podíamos acudir a ese lago contaminado tan rodeado de verde y caballos abandonados que por el día nos cobijada y por la noche nos pertenecía.
Sentados así en la orilla, sonriendo por las cosas que sabíamos que el otro pensaba, Él se recostó sobre su mochila verde y comenzó a contarme de un sueño, de uno lejos de la rutina que nos había unido, un sueño que he preferido olvidar.

Habló de Mario Vargas Llosa, de mi falta de tacto hacia sus letras, de su proyección hacia las mismas, de como ese extraño le había enseñado a extrañar una historia que nunca vivió, de como esas letras lo devoraban para luego vomitarlo y arroparlo en un punto y seguido.

Me habló de como una catedral ya formaba parte de su historia, de como los personajes llegaban a saludarle por las mañanas y a ofrecerle una copa de vino antes de dormir.
Me mostró ese mundo que se le abría al hojear el libro...

-Se llama "Conversación en la catedral" Y sería absurdo que no lo leyeras, también formas parte de él...


Tomé el libro y lo guardé en el morral que colgaba de mi hombro y cargaba toda mi vida.
Tomé el momento y me arrojé al césped mirando hacia el cielo.
Tomé sus palabras y las tatué en esa parte de mi memoria que no sabía que sólo estaría dedicada para él.

Yo, me aferraba a sus servilletas.
Él, sólo quería regalarme un libro.


Y he leído "Conversación en la Catedral" 3 veces...
Y tiene mucho tiempo que al hojearlo rompo a llorar.
Y tiene desde ese día que en cuanto alguien habla de Vargas Llosa, yo pienso en él, que ya no estará.

En fin, esa es mi historia con Mr. Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010.

ELLOS ME LEEN