No sé si ustedes pueden imaginar, la cantidad de conflictos y asociaciones que vienen a mi cabeza, cada que comienzo a escribir. Si escribo aquí es para asegurarme de volver a leerme, pero a veces, le temo a quienes puedan usar estas letras en mi contra.
(no soy paranóica, suelo causar irritación en las mentes pequeñas)
Eyacular frente a una hoja en blanco, que sólo dará concepción a una idea, a una historia. Por eso se tiene especial cuidado, para que el resultado final sea el que reuna más similitudes con el orgasmo al escribir. La supervivencia del más fuerte.
Por lo menos, así lo veo. Ahora.
Desde pequeña me enseñaron a no llorar cuando te caes del árbol, como "macho", casi, a disfrutar de los raspones en las rodillas y de volver a subirlo sin miedo. Amarraba el medio de mi vestido, convirtiéndolo en shorts para poder correr sin indecencias; Aguantaba sin chistar los regaños consecuencia de mis actos, llorando, así quedito, con la frente bien en alto, con la nueva lección guardada como cicatriz y con la certeza de que todo mejoraría. Aprendí a defender a los míos, aún, cuando fuera yo quien necesitaba más ayuda, Aprendí a auxiliar a quien lo necesitase, a pesar de no pedirlo (tuve que aprender a leer mentes, o eso parece); Me volví experta en sacar fuerzas, quién sabe de dónde, pero permanecer de pie, siempre.
Soy cinta negra en reprimir lágrimas.
No entiendo bien las razones para desatar todo esto. Es como querer contener agua en las manos.
Situaciones así, ponen en conflicto mis asociaciones por experiencia, mis adjetivos más acertados, mis costumbres tatuadas; y presentan como estelar al orgullo ensangrentado.
Odio reconocerlo, pero le huyo a los hipocondriácos. Tan chulo que es no tener de que preocuparse, que su cuerpo funcione sin alteraciones.
El punto, es que hoy desperté con esa sensación de que todo va mal, pero el orgullo lo disfraza como "un nuevo reto". Mi umbral de dolor es tan alto que ni yo alcanzo a ver cuando está llorando.
jueves, 6 de octubre de 2011
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